28.11.24 –
13.12.24
Un animal, un árbol, una casa
1/14
Pradiauto Art Office se alegra de inaugurar la exposición Un animal, un árbol, una casa de
Lucía Gutiérrez Vázquez, primera muestra individual de la artista en Madrid. Presentaremos
una selección de pintura reciente en diferentes formatos.
Durante la inauguración tendrá lugar una conversación informal entre la artista y Alejandro Vergara Sharp (Jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte hasta 1700 del Museo Nacional del Prado)
Los días 30 noviembre, 3 y 13 de diciembre se realizarán visitas comentadas a la exposición junto al equipo de Pradiauto y Lucía Gutiérrez Vázquez. Escríbenos a contact@pradiauto.com
para apuntarte.
RETRATO DE PINTORA
Antonio Muñoz Molina
La pintura de Lucía Gutiérrez Vázquez da cuenta del asombro de mirar el mundo con los ojos limpios, y con la memoria del arte del pasado. La inteligencia se entrega íntegra a la contemplación de lo visible. No hay nada que no merezca ser considerado. Un caballo o un oso de juguete merecen la misma atención que el mar rompiendo contra una orilla desierta o que la espesura fragante de verdes y oros de un jardín. Lo modesto de casi todos sus formatos acentúa una especie de aplicada vocación escolar. Todo ha de concentrarse en un espacio limitado, en el que sin embargo no hay lugar para la miniatura ni el detalle, aunque sí para la precisión de algunas formas esenciales, hojas, colinas, azul caliente de verano, el tronco de un árbol, la escalera de una piscina. No hay detalles porque el sentido de las formas y de los espacios depende en exclusiva del color. En ese radicalismo plástico, mostrado y ejercido con la mayor serenidad, Lucía Gutiérrez me recuerda a esos maestros de mediados del siglo XX que en pleno cisma entre figuración y abstracción eligieron simplemente ignorar que existiera esa disyuntiva: Milton Avery, por ejemplo, Joan Mitchell. La celebración de la materialidad del lienzo, de los pigmentos, de los gestos que los hacen posibles y quedan impresos como huellas del proceso mismo de pintar, no tiene por qué ser incompatible con el amor hacia las cosas tal como son, o tal como las ven nuestros ojos, o más bien nuestro cerebro, que es quien crea los colores y las formas a partir de puras descargas de fotones, en el laboratorio siempre a oscuras de la cavidad craneal, la cripta hermética de hueso. No hay visión que no sea abstracta. No hay imagen que no sea un trompe d’oeil, un trampantojo, en la bella versión castellana. ¿Estás viendo una montaña coronada de nieve o estás viendo un montón de trapos? Ese caballo, ese oso, ese pato, parecen de verdad y también parecen de juguete, y en ambos casos contienen un resumen de la figura real, el misterio del animal y el misterio de su representación, que nos siguen sobrecogiendo desde al menos hace 40.000, cuando alguien talló un colmillo de mamut para darle la forma de un ser humano con cabeza de león: quizás un chamán con una máscara, o una de esas criaturas entre animales y humanas que están en las fábulas antiguas.
No hay nada que no sea memorable, que no merezca la plena atención de la pintora: al aire libre, en el campo, en verano, cerca de la amplitud del mar o de las modestas dimensiones de una piscina doméstica; o dentro de la casa, en la quietud confortable, donde los ojos se contentan con lo que está al alcance de la mano, esos animales de madera, o más modestamente aún, ese barco de papel que alguien hizo para una niña, incurriendo también en una representación, en lo concreto y manual de una hoja que al cabo de varios dobleces se convierte inusitadamente en otra cosa, ese barco que a los ojos de la niña ha surgido de las manos, como una paloma del pañuelo de un mago, o como esas figuras que van apareciendo laboriosamente sobre el lienzo, sin desmesura, sin abandono, recién inventadas y a la vez ancladas en el pasado de la pintura, en Cézanne, en Morandi, en Piero della Francesca, en la niña, pintora futura, que dibujaba por primera vez en un cuaderno la silueta reconocible de un animal, un árbol, una casa.
Lucía Gutiérrez Vázquez, primera muestra individual de la artista en Madrid. Presentaremos
una selección de pintura reciente en diferentes formatos.
Durante la inauguración tendrá lugar una conversación informal entre la artista y Alejandro Vergara Sharp (Jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte hasta 1700 del Museo Nacional del Prado)
Los días 30 noviembre, 3 y 13 de diciembre se realizarán visitas comentadas a la exposición junto al equipo de Pradiauto y Lucía Gutiérrez Vázquez. Escríbenos a contact@pradiauto.com
para apuntarte.
RETRATO DE PINTORA
Antonio Muñoz Molina
La pintura de Lucía Gutiérrez Vázquez da cuenta del asombro de mirar el mundo con los ojos limpios, y con la memoria del arte del pasado. La inteligencia se entrega íntegra a la contemplación de lo visible. No hay nada que no merezca ser considerado. Un caballo o un oso de juguete merecen la misma atención que el mar rompiendo contra una orilla desierta o que la espesura fragante de verdes y oros de un jardín. Lo modesto de casi todos sus formatos acentúa una especie de aplicada vocación escolar. Todo ha de concentrarse en un espacio limitado, en el que sin embargo no hay lugar para la miniatura ni el detalle, aunque sí para la precisión de algunas formas esenciales, hojas, colinas, azul caliente de verano, el tronco de un árbol, la escalera de una piscina. No hay detalles porque el sentido de las formas y de los espacios depende en exclusiva del color. En ese radicalismo plástico, mostrado y ejercido con la mayor serenidad, Lucía Gutiérrez me recuerda a esos maestros de mediados del siglo XX que en pleno cisma entre figuración y abstracción eligieron simplemente ignorar que existiera esa disyuntiva: Milton Avery, por ejemplo, Joan Mitchell. La celebración de la materialidad del lienzo, de los pigmentos, de los gestos que los hacen posibles y quedan impresos como huellas del proceso mismo de pintar, no tiene por qué ser incompatible con el amor hacia las cosas tal como son, o tal como las ven nuestros ojos, o más bien nuestro cerebro, que es quien crea los colores y las formas a partir de puras descargas de fotones, en el laboratorio siempre a oscuras de la cavidad craneal, la cripta hermética de hueso. No hay visión que no sea abstracta. No hay imagen que no sea un trompe d’oeil, un trampantojo, en la bella versión castellana. ¿Estás viendo una montaña coronada de nieve o estás viendo un montón de trapos? Ese caballo, ese oso, ese pato, parecen de verdad y también parecen de juguete, y en ambos casos contienen un resumen de la figura real, el misterio del animal y el misterio de su representación, que nos siguen sobrecogiendo desde al menos hace 40.000, cuando alguien talló un colmillo de mamut para darle la forma de un ser humano con cabeza de león: quizás un chamán con una máscara, o una de esas criaturas entre animales y humanas que están en las fábulas antiguas.
No hay nada que no sea memorable, que no merezca la plena atención de la pintora: al aire libre, en el campo, en verano, cerca de la amplitud del mar o de las modestas dimensiones de una piscina doméstica; o dentro de la casa, en la quietud confortable, donde los ojos se contentan con lo que está al alcance de la mano, esos animales de madera, o más modestamente aún, ese barco de papel que alguien hizo para una niña, incurriendo también en una representación, en lo concreto y manual de una hoja que al cabo de varios dobleces se convierte inusitadamente en otra cosa, ese barco que a los ojos de la niña ha surgido de las manos, como una paloma del pañuelo de un mago, o como esas figuras que van apareciendo laboriosamente sobre el lienzo, sin desmesura, sin abandono, recién inventadas y a la vez ancladas en el pasado de la pintura, en Cézanne, en Morandi, en Piero della Francesca, en la niña, pintora futura, que dibujaba por primera vez en un cuaderno la silueta reconocible de un animal, un árbol, una casa.
Lucía Gutiérrez Vázquez
Lucía Gutiérrez Vázquez (Madrid, 1992) es una arquitecta y artista multidisciplinar cuyo enfoque pone en diálogo la pintura, el paisaje y la interacción entre el espacio físico y las experiencias sensoriales. Su formación académica incluye un Doctorado en Arquitectura en la Universidad Politécnica de Madrid (2019 - actualidad) y una amplia formación complementaria en el ámbito de la comunicación arquitectónica, la pintura y la historia del arte.
A lo largo de su carrera ha participado en exposiciones individuales y colectivas destacadas, entre ellas la Bienal de Arquitectura de Venecia (2018) y el Festival de Fotografía de Coruña (2018), mostrando una amplia versatilidad en disciplinas artísticas como la fotografía, la pintura y la escenografía. Su obra explora temáticas que vinculan el espacio arquitectónico con la percepción humana.
Lucía ha sido reconocida con numerosos premios y becas, como el Primer Premio Certamen Jóvenes Creadores (2021) y la Beca Fundación Antonio Gala (2018-2019), además de recibir varias becas para la formación de profesorado universitario por el Ministerio de Universidades (2020-2024). Su obra ha sido publicada en revistas académicas y libros sobre arquitectura y arte contemporáneo.
Su práctica aborda lo cotidiano a través de una exploración íntima del color y el espacio con la serenidad de quien no pretende asumir la lógica visual, en ocasiones excesiva y ruidosa, de los tiempos modernos. Lucía Gutiérrez acoge en sus lienzos, de pincelada espesa y abocetada, la inmensidad de lo que se desliza por su mirada: una mirada que dignifica con la misma destreza la luz incidiendo sobre un paisaje como la frágil materialidad de un barquito de papel. La pintura funciona aquí como un eslabón sigiloso que sostiene el salto que hay entre la imagen real que las cosas ofrecen y la mirada que las recorre.
A lo largo de su carrera ha participado en exposiciones individuales y colectivas destacadas, entre ellas la Bienal de Arquitectura de Venecia (2018) y el Festival de Fotografía de Coruña (2018), mostrando una amplia versatilidad en disciplinas artísticas como la fotografía, la pintura y la escenografía. Su obra explora temáticas que vinculan el espacio arquitectónico con la percepción humana.
Lucía ha sido reconocida con numerosos premios y becas, como el Primer Premio Certamen Jóvenes Creadores (2021) y la Beca Fundación Antonio Gala (2018-2019), además de recibir varias becas para la formación de profesorado universitario por el Ministerio de Universidades (2020-2024). Su obra ha sido publicada en revistas académicas y libros sobre arquitectura y arte contemporáneo.
Su práctica aborda lo cotidiano a través de una exploración íntima del color y el espacio con la serenidad de quien no pretende asumir la lógica visual, en ocasiones excesiva y ruidosa, de los tiempos modernos. Lucía Gutiérrez acoge en sus lienzos, de pincelada espesa y abocetada, la inmensidad de lo que se desliza por su mirada: una mirada que dignifica con la misma destreza la luz incidiendo sobre un paisaje como la frágil materialidad de un barquito de papel. La pintura funciona aquí como un eslabón sigiloso que sostiene el salto que hay entre la imagen real que las cosas ofrecen y la mirada que las recorre.